En un futuro cercano, ya
no nos conectaremos a Internet. Estaremos constantemente envueltos en ella. Bastará decir "aquí estoy" para poder mandar información y/o
recibirla. El futuro de las tecnologías de la información está hecho de
comunicación inalámbrica, ancho de banda y computación distribuida.
Tanto en el poder transformador de la informática en la nube como
cualquier otro. Los smartphones, que buscan y recuperan datos constantemente,
no tienen sentido sin la nube, y las empresas que no luchen por introducir sus
datos y su software en los centros de datos de una tercera parte se arriesgan,
bajo mi punto de vista, a que un competidor que sí lo está haciendo les deje
fuera.
Pero a los defensores de la nube les gusta declarar que un día el 100% de
la informática residirá en la nube. Y muchas compañías intentan vendernos esa
idea. La realidad es que subir y bajar datos de la nube es más difícil de lo
que la mayoría de los ingenieros, o al menos sus superiores, están dispuestos a
admitir a menudo.
El problema es la banda ancha. Si eres una compañía que lo único que quiere
es ahorrarse el coste y los quebraderos de cabeza de almacenar los datos tú
misma, la nube resulta fabulosa siempre y cuando lo único que se necesite sea
transferir datos a través de cableados de alta velocidad.
Pero en el mundo de la conectividad masiva, donde la gente necesita acceder
a información en numerosos dispositivos móviles, la banda ancha es bastante
lenta. Cualquier empresa que envíe datos a dispositivos móviles, ya sean
sistemas de reservas de aerolíneas para los consumidores o datos empresariales
para vendedores, lucha con las limitaciones de las redes móviles.
Esa es una de las razones de que las aplicaciones móviles se hayan
convertido en un medio tan preponderante para hacer cosas en Internet, al menos
con los smartphones. Parte de los datos y de la capacidad de procesamiento se
gestiona dentro del dispositivo.
El problema de cómo hacer algo cuando dependemos de la nube se está
volviendo cada vez más apremiante conforme aumenta el número de objetos que se
vuelven «inteligentes», o que son capaces de sentir su entorno, conectarse a
Internet, e incluso recibir órdenes a distancia.
Las redes 3G y 4G sencillamente no son lo suficientemente rápidas como para
transmitir datos desde dispositivos a la nube al mismo ritmo que se generan, y
a medida que vayan entrando en este juego más objetos habituales de casa y del
trabajo, la situación sólo puede ir a peor.
Afortunadamente, existe una solución obvia: dejar de centrarse en la nube,
y empezar a resolver cómo almacenar y procesar el torrente de datos generado
por el Internet de las cosas (también conocido como Internet industrial) en los
mismos objetos, o en dispositivos que actúen como intermediarios entre nuestras
posesiones e Internet.
Los vendedores de Cisco Systems ya han dado con un nombre para este
fenómeno: la informática en la niebla.
Como ocurrió con la informática en la nube –también un
término de márketing para un fenómeno que ya estaba en curso– es una buena
metáfora para lo que está sucediendo.
Mientras que la nube está -ahí arriba-, en algún sitio en el cielo,
distante y remoto, y deliberadamente abstracto, la "niebla" está cerca del
suelo, justo donde ocurre todo. No se basa en potentes servidores, sino en
ordenadores más débiles y dispersos como los que se están abriendo camino en
aparatos, fábricas, coches, farolas y cualquier otro elemento de nuestra
cultura material.
Cisco vende routers, un negocio que, aparte del almacenamiento, tiene que
ser el menos sexy del sector tecnológico. Para darles más atractivo, y
venderlos a nuevos mercados antes de que rivales chinos alteren los actuales
flujos de ingresos de Cisco, la compañía quiere convertir sus routers en
centros para reunir datos y tomar decisiones sobre qué hacer con ellos.
La idea de Cisco es que sus routers inteligentes no se comuniquen jamás con
la nube a menos que no les quede otro remedio –por ejemplo, para alertar a los
operadores de una emergencia en un vehículo en el que uno de estos routers
funciona como centro neurálgico.
International Business Machines tiene una iniciativa similar para llevar a
la informática «al límite», en un esfuerzo para, como señala el ejecutivo de
IBM Paul Brody, dar un giro al Internet basado en la nube.
De igual forma que la nube consiste físicamente en servidores unidos, en el
proyecto de investigación de IBM, la niebla está formada por todos los
ordenadores que tenemos ya a nuestro alrededor, interconectados. A determinado
nivel, pedir a nuestros dispositivos inteligentes que, por ejemplo, se envíen
actualizaciones de software entre ellos, en lugar de dispersarlas por la nube,
podría convertir a la niebla en un rival directo para la nube en lo que se
refiere a algunas funciones.
La conclusión es que tenemos demasiados datos. Y acabamos de empezar. Los
aviones son un gran ejemplo de ello. En un nuevo Boeing 747, prácticamente cada
componente del avión está conectado a Internet, grabando y, en algunos casos,
enviando flujos constantes de datos sobre su estado. General Electric (GE)
explica que en un solo vuelo, uno de sus motores a reacción genera medio
terabyte de datos.
Pese a su bajo coste, los sensores generan montones de -grande- datos,
algo que resulta sorprendentemente útil. El denominado análisis predictivo
permite a compañías como GE saber qué partes de un motor a reacción necesitan
mantenimiento, incluso antes de que el avión haya aterrizado.
¿Por qué si no hablan Google y Facebook de medios alternativos de acceso a
Internet, como globos y drones? Los operadores de telefonía no están haciendo
su trabajo. Hasta que no consigamos las redes móviles y terrestres que
merecemos, lo más importante será adaptar lo máximo posible los equipos a los
usuarios para que el Internet de las cosas resulte útil.
El futuro de gran parte de la informática empresarial sigue estando en la
nube, pero el verdadero avance tecnológico que
transformará el futuro se va a producir aquí, en los objetos que nos rodean –en
la niebla.
Un pequeño vistazo al futuro...
En el vídeo se puede observar claramente la vida que nos espera en un futuro no muy lejano, se puede decir que la vida sera mas sencilla, todo sera mas rápido, habrá mas seguridad, y muchas otras cosas positivas. Pero por otro lado esta modernización no se dará a todos por igual ya que solo la recibirán las personas que puedan pagarla y es ahí donde vendrá la injusticia, los barrios pobres y su gente se verán en una situación difícil y diferente ya que solo muestra lo bonito y no la realidad en general.
En esa familia se observa la modernización desde que empieza el día hasta el momento en que se van a dormir, se usa en el trabajo, en el colegio y en los hospitales. Por ejemplo en el colegio las dos niñas se ve que aprenden de una manera mas fácil y mas divertida, eso es bueno ya que hay progreso y no se estancan en lo mismo, lo que estudian lo viven y ganan experiencia.
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